Todo este tiempo es una constante de oportunidades para repensarnos en los espacios que habituamos, los vínculos que tenemos y normalizamos y los grupos a los que decidimos pertenecer. El contexto nos exige el distanciamiento físico, aunque confundimos que debemos aislarnos socialmente de esos vínculos.
Sin duda afirmo que las más afectadas son las organizaciones sociales que encuentran su cuerpo en el encuentro físico, en el territorio. Seamos conscientes y no nos infectemos del aislamiento individualista. Tejamos redes por debajo de un sistema que nos quiere callados, tapados y atrincherados. Seamos coherentes con las medidas sanitarias, pero insurrectos a las políticas negacionistas del proceso social que habita y construye la agroecología desde hace más de 30 años.
Precisamos estar más unidos que nunca, saber cómo estamos, qué sentimos, cómo nos acompañamos. Ponerle el cuerpo a las adversidades tecnológicas y enfrentarlas en comunidad con compromiso y voluntad.
Y agradecer, también es acompañar. A todas las personas que le dedican muchas horas de sus días, ponen el cuerpo allí donde, inclusive, es un riesgo sanitario para ellas mismas y ponen el corazón, donde el ataque personal está a la orden del día.
El Toronjil.